Los estereotipos
Irene Martínez Zarandona
Fuente:
http://sepiensa.org.mx/contenidos/2004/f_estereotipos/estereo1.htm





En su origen, los estereotipos nos ayudan a adaptarnos: son un ahorro de esfuerzo cognoscitivo pero también pueden impedirnos conocer y comprender a los demás si no somos conscientes de que muchos de nuestros estereotipos los hemos convertido en verdaderos prejuicios.


Es la psicología social la que empieza a hablarnos de los estereotipos como un aspecto de la comunicación que nos ayuda a conocer y a relacionarnos con el mundo que habitamos, a partir de ciertas suposiciones. Al conocer objetos y personas los datos quedan registrados en la mente y luego, al presentarse una situación parecida, esa información es reutilizada para no tener que aprender todo de cero: es como un ahorro de esfuerzo mental.


Del mismo modo, ante situaciones sociales nuevas suponemos que el auditorio es semejante a nosotros y que los otros parten de supuestos similares a los nuestros, tienen un marco de referencia igual y por lo tanto deducimos que tienen los mismos valores y perciben las cosas de forma semejante: ¡craso error! Claro que nos equivocamos (salvo contadas y rarísimas excepciones) pero es que, al establecer un contacto, tenemos que suponer algo acerca de nuestro auditorio y partimos de un punto de referencia seguro: ¡el nuestro!


Realmente, al inicio de una comunicación tenemos que contar con un mínimo de información: por ejemplo lo que percibimos del otro, si es hombre o mujer, su edad, su vestuario, su actitud, expresión del rostro, tipo de cuerpo, etcétera, y a partir de ahí hacemos una serie de suposiciones, con base en nuestras experiencias y aprendizajes previos, ya sean adquiridos de primera mano o por conceptos y sentencias que heredamos de nuestros mayores.


Estos principios aprendidos son el mapa con el que nos movemos por el mundo, una especie de molde cognoscitivo útil para acercarnos a los otros. Así la experiencia de un niño con su abuelo, si éste es amoroso y complaciente, de entrada pensará que todos los ancianos son así; a diferencia de un niño que nunca ha tenido la oportunidad de ver a una persona mayor, o ha oído expresiones negativas acerca de los viejos.


Estos moldes cognoscitivos reflejan suposiciones sobre las cosas, las personas y las circunstancias, y es lo que en principio llamamos estereotipos, que son indispensables para poder interactuar en sociedad. Son una especie de camino corto que nos ayuda a ubicarnos frente al otro, un modo de abstraer una serie de características de otra persona o grupo social y organizarlas en una expectativa, que nos da pauta de cómo comportarnos.


Los estereotipos entrañan gran número de suposiciones perceptivas: en primer lugar asumen que las personas de cierta clase son semejantes. Sin embargo, muchas veces el estereotipo es una distorsión que pasa por alto otros aspectos y generalmente no toma en cuenta las diferencias.


Pero, ¿qué pasa cuando nos dejamos engañar por los estereotipos? Éstos pueden interferir seriamente en nuestras relaciones con los demás, pues los juzgamos prematuramente acerca de sus sentimientos, ideas, la clase de conducta que un individuo desarrolla, y los juzgamos sólo por un detalle de su personalidad y actuamos conforme a la reacción que aprendimos que debíamos tener frente a estas personas.


Paradójicamente, un problema muy serio respecto de los estereotipos —si no sabemos distinguirlos y se hacen rígidos— es que pueden ser la causa de distorsiones y complicaciones en la comunicación. Un ejemplo común es que al ver un chico con el pelo largo, un adulto diga “éste es un vago y un cochino que no se peina”, cuando no necesariamente es así y lo juzga de antemano sólo por el pelo, aplicándole el estereotipo de jóvenes de cabello largo, sin darse tiempo a conocerlo.


Muchas veces los estereotipos nos juegan malas pasadas. Así identificamos cierto rasgo, lo clasificamos y actuamos de tal forma que el otro, ante nuestra reacción, actúa en respuesta, con la consiguiente confirmación de nuestro estereotipo. Es decir: cuando no le damos la oportunidad al otro de conocerlo o conocernos, podemos acarrear “la profecía autocumplidora”, puesto que nos comportamos de tal modo que despertamos en el otro la clase de conducta que nosotros suponemos que van a tener.


En este caso hay un reforzamiento del aprendizaje social, porque la suposición errónea se comprueba conforme a la expectativa.


Un ejemplo de esta situación es si generalmente sentimos ansiedad al interactuar con personas de autoridad y esperamos su rechazo, esa misma ansiedad nos hace actuar de determinada manera, por ejemplo sumisos y torpes, lo que hace que la autoridad nos responda en forma complementaria, es decir, autoritaria y rechazante.


En resumen, los estereotipos son útiles cuando reducen el ruido o la interferencia al inicio de la interacción y nos permiten recibir información que el transmisor intenta comunicar, pero interfieren el canal de la comunicación cuando son rígidos o inapropiados, y hacen esperar algo distinto al mensaje que realmente se está dando; es decir, que nos ofuscan.


Los prejuicios


Sería imposible interactuar sin un mínimo de suposiciones acerca del otro, imaginar que partiéramos de cero, sin información, con cada uno de los que nos topamos, sería imposible o una locura. Parte del aprendizaje social consiste en el manejo de nuestro comportamiento frente a los otros y cómo nos ubicamos en cada situación.


Sin embargo, esta facultad de la mente suele hacernos malas pasadas, como la formación de los prejuicios: éstos en principio son estereotipos que se han vuelto rígidos, basados en suposiciones erróneas y fundamentados socialmente con base en intereses ajenos a la situación y las personas. En ocasiones los prejuicios se crearon como respuestas a una amenaza percibida, real o no.


La relación entre estereotipo y prejuicio es muy estrecha: están unidos por el concepto de actitud frente al otro, el cual está compuesto por:


El componente cognitivo (lo que sé del asunto).
El componente afectivo (las emociones que me suscita).
El componente conductual (las acciones que como consecuencia desarrollo).


El prejuicio es el conjunto de creencias y juicios previos de “carácter negativo”
con relación a un grupo social. Se dice que hay prejuicios positivos, por ejemplo: “las mujeres son débiles y dulces, por eso hay que protegerlas”. Sin embargo, este tipo de prejuicios realmente encierran una discriminación, y por lo tanto tienen un rasgo negativo.


Así el prejuicio siempre acarrea una discriminación: es la falta de igualdad en el tratamiento otorgado a las personas, en virtud de su pertenencia a un grupo o categoría social, sobre la que existe ese prejuicio.


Hay estereotipos y prejuicios individuales que ayudan a un sujeto a preservar sus valores y hay estereotipos y prejuicios construidos socialmente, que son compartidos y muchas veces fomentados por los medios de comunicación.


Robyn Quin hace un resumen que puede aclarar estos conceptos:


El estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple, es un proceso reduccionista que suele causar a menudo distorsión porque depende de la selección categorización y generalización, haciendo énfasis en algunos atributos en detrimento de otros.


Los estereotipos son conceptos de grupo, lo que un grupo piensa de otro y dado que son categorizaciones son evaluativos. Su función es justificar la conducta del grupo que cree en él, por eso parecen obvios y naturales, porque casi todos comparten ese conocimiento que dio pie a su existencia.


Los estereotipos a través de la simplificación y la generalización nos permiten organizar información acerca del mundo. Sirven para establecer marcos de referencia y la manera de orientar nuestras percepciones. El estereotipo funciona a modo de sistema cognitivo selectivo para organizar nuestro pensamiento.


Los estereotipos son a la vez ciertos y falsos. Las características que se seleccionaron para categorizar un grupo social no se inventan, sino que se eligen de una lista de posibilidades. La selección se basa en una serie de prejuicios sobre el grupo. La veracidad del estereotipo yace en la selección de las características: su falsedad reposa en la distorsión que resulta de seleccionar determinados rasgos, que se aceptan como únicos representativos del grupo.


Los estereotipos, en su aspecto positivo, tienen una función social importante; facilitan la identidad social, la conciencia de pertenecer a un grupo, ya que al aceptar e identificarse con lo que es dominante en dicho grupo, por ejemplo la características y rasgos positivos de nuestra familia, lugar de trabajo, profesión, es una manera de permanecer integrados a él.


Como educadores tenemos la obligación de enseñar a identificar los estereotipos, pero también a que es posible cambiarlos.


Educar sobre la función del estereotipo, cómo se forman y organizan y cómo pueden llegar a limitar nuestro mundo cuando se convierten en prejuicios, es tan sólo el inicio de un trabajo de concientización, sobre unos elementos que muchas veces, nos impiden una convivencia social satisfactoria.


Los estereotipos existen en nuestra cultura y sociedad y muchas veces son presentados y reforzados por los medios de comunicación, los padres podemos ayudar mucho a nuestros hijos, sobre todo si son adolescentes, haciendo un ejercicio de reflexión sobre algunos estereotipos dominantes, para que ellos puedan encontrar su propia expresión personal.


Bibliografía:


Fernández Hernández, Patricia: “ Televisión y mujeres ”, en la Revista rompan filas, México, D. F., número 30, 1997.
Lindgren, Henry Clay: Introducción a la psicología social , México, Editorial Trillas, 1975.
Quin Robyn: “ Enfoques sobre el estudio de los medios de información: la enseñanza de los temas de representación de estereotipos” , en Antología del Paquete Multimedia de Educación para los Medios , México, UPN-ILCE, 1993.


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